La globalización y liberalización de los mercados mundiales no solo evidenciaron ser incapaces de propiciar una mayor equidad social y mejores condiciones laborales, sino que llevaron a un relajamiento de las condiciones contractuales y al crecimiento del empleo atípico. Estos eventos condujeron a un resurgimiento de iniciativas en materia de calidad del empleo por parte de la academia y de las principales organizaciones internacionales. Fue así como la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo llevó a cabo en 1990 su primera encuesta sobre condiciones de trabajo en 12 países de la Unión Europea. Por su parte, la OIT formuló en 1999 el concepto de trabajo decente, el cual entró a ser parte integrante de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas en 2008. Aunque se parte de aproximaciones teóricas diferentes, todas las contribuciones que recopila este libro realizan un análisis económico de la calidad del empleo desde la perspectiva de los trabajadores. Kirsten Sehnbruch estudia el caso de Chile; Julio Gamero, el de Perú; Jürgen Weller y Claudia Roethlisberger, el de América Latina en su conjunto; Stefano Farné, Carlos Andrés Vergara y Norma Baquero analizaron a Colombia, y Carmen Rosa Marull, a Bolivia y Ecuador. Estas investigaciones comparten una inquietud común acerca de los efectos que tuvo sobre la calidad del empleo el sostenido impulso que recientemente anotaron las economías de América Latina. Los resultados muestran que, a pesar del auge del empleo atípico y de la desregulación de los mercados laborales experimentados en América Latina, prevalece una relación positiva entre la calidad de los empleos y su cantidad. Este es un resultado que obliga a adoptar una perspectiva de análisis no limitada a considerar el empleo asalariado de tiempo completo, a término indefinido, con un solo empleador como la única opción válida de trabajo de calidad.